Apagar la alarma para solucionar el problema


La ansiedad puede verse de muchas maneras. Para hacerle justicia, tendría que empezar diciendo que es ante todo un sistema de alarma, que nos indica cuando las cosas van mal y necesitamos tomarnos algo en serio. No habríamos sobrevivido miles de años sin ese magnífico sistema de alarma. Existencialmente, nos invita a mirar de frente a los grandes dilemas y preguntas que son propios de la condición humana. Y hay que decirlo, también puede llegar a convertirse en un enorme pozo lleno de mierda del que no hay forma alguna de salir limpio, y cada intento de escalarlo es seguir revolcándose en la mierda. Vaya, que hasta podríamos acabar ahogándonos ahí.

Como estoy bastante hasta la madre del encierro, pero todavía más hasta la madre de ver publicaciones que nos invitan a la reducir nuestros niveles de ansiedad con varias técnicas y recomendaciones, que si bien son una maravilla para aliviarnos un ratito, también es cierto que son una forma de anestesia. Y que la neta son bastante fastidiosas cuando te las restriegan en la cara una y otra vez. Así que aquí no voy a hacerte ninguna recomendación de ese estilo.

Lo primero que tendría que aceptar es que esa ansiedad que se niega a irse proviene de una situación real. De nada valen aquí los argumentos optimistas que nos dicen que pensemos en nuestro lugar seguro. Lo cierto es que allá afuera se está enfermando y muriendo muchísima gente, que están cerrando lugares a los que disfrutaba ir, que mi sentido de responsabilidad social me obliga a quedarme encerrada en casa, que hay muchísima gente que no puede darse el mismo lujo, que la economía se está cayendo, que tengo familiares y amigos que están dentro de los grupos de riesgo y si se contagian podría pasarles lo peor, que vivo en un país que carece por completo de los recursos materiales y del liderazgo político para hacerle frente a una crisis de este tamaño, que el mejor escenario posible es que esto dure varios meses y el peor es que dure poco y se muera mucha más gente, que de cualquier forma una vez que salgamos de esto vamos a tener que encontrarnos con una de las peores crisis económicas que hemos visto en un buen rato, y que probablemente no salgamos ilesos nosotros mismos o alguien a quien amamos. Así que no, Karen, esto son ideas irracionales mías.

Lo segundo es que la ansiedad cumple un papel importante, que es el de obligarme a tomarme todo esto en serio. No, la ansiedad no es lo que te lleva a perder la cabeza y comportarte estúpidamente, Karen; eso se llama más bien pánico, y llega cuando intentamos negar desesperadamente la ansiedad, cuando queremos aliviarla a todo costo y creemos que quitando el síntoma quitamos el problema. Claro, nadie nos ha enseñado jamás a vivir con la ansiedad. Todo lo contrario: nos han recomendado ejercicios de meditación, dibujar, ver Netflix, tomar pastillas, ir a terapia, beber alcohol, meternos cualquier droga o involucrarnos en cualquier situación que nos quite la ansiedad de encima. Y con ello, la toleramos poco o nada. Ojo, no estoy diciendo que la dejemos controlar nuestra vida y no hagamos nada frente a ella. Estoy diciendo que lo que nos urge no es encontrar una técnica de respiración profunda: es perderle el miedo a la ansiedad. Y eso, no te voy a mentir, es extraordinariamente difícil. Pero es lo que nos ayuda a mantenernos en la ansiedad sin llegar al pánico, o en el caso de que llegue el pánico, a no hacer cosas estúpidas para quitarnos de encima al monstruo, a no querer salir de la mierda hundiéndonos más en ella.

Lo cierto es que no te escribo esto desde el otro lado, desde la postura de quien está por encima de la situación. Todo lo contrario, yo sigo allí, en la mierda. Y a veces también me da miedo. También me dan ganas de tomar pastillas, y también hago ejercicios de respiración todos los días, y tomo terapia una vez por semana, y procuro hacer dibujos, o escribo estas cosas. Y he estado aquí tantos años que se me ha vuelto evidente la separación que existe entre la ansiedad, la desesperación y el pánico. He probado tantas cosas que me alivian por un rato sin quitarme el miedo que he acabado por usarlas con cierto escepticismo. He estado tanto tiempo queriendo salir de la mierda que he aprendido a escuchar a la ansiedad, a dejar de querer medirla y controlarla, a aceptarla como una compañera de viaje. Y si te digo esto ahora, es porque siendo realistas esa ansiedad va a estar aquí durante un buen rato más, al menos mientras pasa la crisis, y cada vez que veo a alguien hablando de querer controlar a la ansiedad y de pensar que todo va a estar bien, mi ansiedad me susurra al oído que ella no piensa marcharse.

No quiero darte ninguna lección, ni tampoco ningún consejo. Sólo quería, en medio de todas estas voces que nos proponen las más variadas formas de anestesia, hacer eco del consejo de un hombre que estuvo toda la vida sumido en ese montón de mierda de la ansiedad y la angustia, y que aún así dejó los fundamentos de todo un sistema de pensamiento. Ese wey decía que lo importante era aprender a angustiarnos. Y yo, siguiendo su ejemplo, tampoco voy a decirte cómo. Tal vez él tampoco lo sabía del todo. Tal vez se trate sólo de seguirlo intentando. Yo qué voy a saber de esas cosas. Mejor vayan y reclámenle a Kierkegaard.

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