Hablemos del Pride
El primer pensamiento que cruzó por mi mente el primero de junio cuando vi el primer post en mi feed de Instagram sobre el mes del orgullo LGBTTTIQA+ es por qué seguimos hablando en pleno 2022 del tema como si fuera algo novedoso. Una pensaría que, a estas alturas de la civilización occidental, ver a dos personas del mismo género besándose en la calle o escuchar a alguien decir que se identifica con cualquiera de esas siglas debería ser igual de novedoso, sorpresivo y escandaloso que ver entrar a alguien al super con cubrebocas: not at all. Mi segundo pensamiento fue recordar que suelo vivir en una burbuja increíblemente privilegiada donde esa suele ser la reacción general de la mayoría de la gente – y si alguien reacciona diferente asumo de inmediato que ha vivido debajo de una roca más de veinte años y seguramente está traumatizado por esa experiencia de absoluto aislamiento social.
Ahora en serio,
¿por qué es tan importante el Pride? Hay muchas razones para ello, pero hoy
quiero centrarme únicamente en una de ellas: la visibilización de comunidad LGBTTTIQA+
y su injerencia en el cumplimiento de la agenda gay. Para aquellos de ustedes
no familiarizados con esta agenda, se trata de una serie de actividades
políticas dirigidas al cumplimiento del macabro y siniestro objetivo de lograr
que las personas LGBTTTIQA+ sean tratadas como seres humanos y dejen de ser discriminadas,
asesinadas y criminalizadas.
Es importante
visibilizar que existen personas, conviviendo diariamente con nosotres, que se
viven por fuera de los marcos sociales que nos dicen que hemos nacido con un
género específico y debemos sentirnos atraídes sexual y afectivamente por el
género opuesto, porque de lo contrario podríamos simplemente asumir que no
existen o cuando menos que no habitan nuestros círculos sociales. Piénsalo bien,
por simple estadística tendrías ya que haberte cruzado con un montón de
personas que asumen una de estas letras dentro de su identidad, y si no puedes
identificar a varias de ellas, es porque o bien vives en un ambiente inseguro
para elles o bien no se sienten segures contigo. Lo cierto es que esto es
desgraciadamente muy común y normal; seguro conocemos a más de una persona que
creemos erróneamente que es hetero y cis. Todes tenemos internalizadas muchas
ideas y conductas homofóbicas y transfóbicas, porque hemos crecido en una
cultura que rechaza la diferencia.
Pasa que la
diferencia está allí, lo queramos o no. La sexualidad y la identidad de género
son un espectro, no un binario, y eso tiene muchas maneras de manifestarse.
Seguramente lo has notado en ti, aunque seas cis y hetero. Te habrás dado
cuenta de que hay ciertas expectativas sociales asociadas a tu masculinidad o
femineidad con las que te sientes a disgusto o con las que no te identificas. Probablemente
te las hayas callado o hayas encontrado la manera de restarles importancia o
hasta de sustituirlas acentuando otros rasgos típicamente femeninos o
masculinos. Eso es porque nadie cumple al 100% los estándares sociales de la
cisheteronormatividad. No hay tal cosa como la mujer completamente femenina a
la que solo le atraen física y emocionalmente los hombres, con una configuración
cromosómica y hormonal perfecta, ni su equivalente masculino (y aquí entre nos,
tampoco me parece deseable). El asunto está en dónde trazamos la línea de lo
normal y lo raro, y ese punto es arbitrario.
Lo que
consideramos aceptable o no de la sexualidad y la identidad de género de una
persona es algo que vamos construyendo entre todos y que va cambiando con el
tiempo. Y podemos entrar aquí en un interminable e inútil debate acerca de qué
tanto de esto es biológico y qué tanto es social, pero seamos honestas: la
manera en la que habitamos nuestra sexualidad es bastante artificial y está fuertemente
marcada por nuestros aprendizajes sociales. Así como hay una manera estereotípica
de habitar la heterosexualidad, que pasa por casarse y tener hijos, y hay gente
a quienes esta forma no les acomoda y quieren cuestionarla, también hay una
forma estereotípica de habitar otras orientaciones e identidades, generalmente
marcada por el rechazo y la exclusión social, la precariedad, o la mentira, que
es urgente que cuestionemos. Porque lo primero puede ser incómodo, pero lo
segundo está haciendo que matemos, literal o levinasianamente, a otros de forma
cotidiana.
Es urgente
cuestionarnos los valores con los que hemos crecido y nos hagamos la pregunta
de a dónde nos están llevando. Sé que es una pregunta que nos pone de frente
con una realidad horrible: somos cómplices de un sistema que ha llevado a
muchas personas a la muerte, al suicidio, al sufrimiento, al rechazo y la exclusión.
Desde ahí que me
parece fundamental esta visibilización, por todos los medios posibles, para que
podamos primero caer en la cuenta de que estamos viendo a seres humanos y no a entes
extraños, y en segunda cuestionarnos qué tipo de realidad social estamos
creando. No sirve de nada andar de aquí para allá con el discurso de “todo es
un constructo social” si no nos detenemos a construir realidades sociales
alternas, que nos parezcan más justas o cuando menos que nos lleven a sufrir
menos.
No voy a caer en
el tropo de que el Pride no le hace daño a nadie, porque lo cierto es que está
pensado para hacernos daño. Está pensado para lastimar y de ser posible
destruir uno de los pilares fundamentales de la cosmovisión con la que hemos
crecido: la cisheteronormatividad. Cuestionarnos esto es duro y nos coloca de frente con nuestras propias
dudas e inseguridades. Obviamente nos duele darnos cuenta de que hemos herido a
otros, y obviamente es muy amenazante cuestionarnos nuestra propia sexualidad –
porque una vez que aceptamos que existen otras posibilidades hay una buena
probabilidad de que nuestras certezas se nos caigan a pedazos, y esta es una
parte de nuestra identidad que nos han educado para considerar fundamental. El
asunto es que si queremos vivir en un mundo más libre, más igualitario y más
justo, donde construyamos relaciones basadas en la confianza y el respeto
mutuo, ese es uno de los precios que tenemos que pagar.
Es un camino difícil, es cierto. Y yo para nada puedo decir que estoy ya del otro lado. Pero a mí me ha ayudado un montón el consumir contenido que visibiliza estas identidades, y quiero compartirte tres buenas alternativas para tener un buen pretexto para comenzar a cuestionarte a ti misma:
- La serie (hay una novela gráfica escrita por Alice Oseman, quien también hizo el guion de la serie, pero no la he leído) de Heartstopper. Esta es una serie que me encanta justo porque nos propone una visión refrescante en la que los personajes exploran su sexualidad y su identidad enfrentándose a dilemas realistas, y que tiene un final feliz. Debo reconocer que me sorprendió – y me puso a pensar mucho en por qué – que los personajes no acabaran separándose o tuvieran un final desgraciado (el cine nos tiene muy acostumbrades a tratar así a los personajes LGBTTTIQA+).
- La novela “Las malas”, de Camila Sosa Villada. Esta es una novela mucho más cruda, pero sin perder nunca el trato humano y complejo de sus personajes, sobre un grupo de travestis que se dedican a la prostitución y han formado una hermandad. Además, es una novela magistralmente escrita. Spoiler: te van a pasar cosas cuando la leas, es uno de esos libros de los que nadie sale ileso.
- El canal de YouTube de Philosophy Tube, de Abigail Thorn. Es el mejor canal de divulgación filosófica que conozco, con una producción increíble. Tiene varios videos donde habla sobre temas y problemas relacionados con la comunidad LGBTTTIQA+. Este canal me ha hecho darme cuenta de mi transfobia y de lo absurdo que son muchas de las ideas que daba como ciertas, lo cual me ha hecho reflexionar y trabajar en ello.
Si tienes más
recomendaciones, me encantaría conocerlas, déjalas en los comentarios. La
visibilización de estas experiencias es sumamente importante, porque nos
posibilita cuestionarnos nuestras creencias y prejuicios. Al menos en mi caso,
sé que tendría muchas más ideas y actitudes homofóbicas y transfóbicas si nunca
me hubiera acercado a este tipo de contenidos.
Sé que comencé
este post de una forma intencionalmente agresiva, como una forma provocativa de
jalar la atención. Sé también que muchas de las personas que lean esta entrada
van a estar de acuerdo conmigo, porque tengo un círculo social privilegiado en
muchos sentidos. Pero reconozco que muchas veces podemos caer en la tentación
de pensar que somos progres y ya está, que estamos más allá de la homofobia y
la transfobia. El asunto es que, si nos detenemos a examinar honestamente
nuestros propios prejuicios, es muy probable que nos demos cuenta de que
todavía nos falta un largo camino que recorrer. Recorrámoslo. Junio siempre es
un buen pretexto para recordarnos todo lo que nos falta y celebrar los avances.
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