¿Qué podemos hacer frente a un ataque de pánico?

    El tema de hoy es un poco más clínico de lo habitual, pero creo que es un tema importante. En estos últimos meses en los que tenemos más presente que de costumbre la incertidumbre, varias personas se han acercado a mí a preguntarme qué pueden hacer si han tenido un ataque de pánico recientemente. La respuesta a esa pregunta es al mismo tiempo muy simple y compleja. Así que antes de llegar hasta allí, quiero detenerme en qué es un ataque de pánico.

    Podría darles una definición de manual de cuáles son los principales síntomas, o una descripción de lo que sucede fisiológicamente. Sin embargo, prefiero dejar de lado la seguridad que me da el escudo de los manuales y hablar un poco más desde mi experiencia. Como alguien que ha tenido más ataques de pánico de los que sería posible contar, puedo decir que todos ellos entran en la categoría de “ataque de pánico” pero cada uno de ellos ha sido un poco diferente a los demás. No se trata de una experiencia uniforme, ni en todos los casos tiene la misma intensidad ni las mismas características. En mi caso, hay algunos que recuerdo con especial claridad, como el primero, y otros tantos que he olvidado. Algunos de ellos los he tenido en silencio y a solas, otros tantos he tenido que luchar por disimularlos en público. En algunos he llorado, he gritado, me he movido constantemente de un lado a otro, en otros, me he quedado simplemente inmóvil, incapaz de articular cualquier palabra y de llorar. Y esto puede hacer que sea un poco confuso a ratos, muchas veces más para quien ve a alguien que está teniendo un ataque de pánico que para quien lo está viviendo.

    En cierto sentido, un ataque de pánico es como un orgasmo. Si tienes que preguntarte demasiado tiempo si has tenido alguno, lo más probable es que la respuesta sea no. Ambas son experiencias que no le desearías a tu peor enemigo. Y muchas veces después de experimentarlos lo único que quieres es beber un poco de agua e irte a dormir; cuando mucho conversar un rato. Por desgracia, ahí se terminan las similitudes. Así que, por un lado, si alguna vez has tenido un ataque de pánico lo más probable es que lo reconozcas de inmediato, siempre y cuando sepas de qué se trata. No es necesario ningún checklist de síntomas para esto. La sensación de miedo, angustia, ansiedad, desorientación… esa sensación aguda, que no te deja creer que todo está bien, la falta de aire, las ganas de salir corriendo, de huir a toda costa, el querer disimularlo por miedo a los otros, la sensación de estar perdiendo o haber perdido por completo el control, las ideas caóticas, el sentir que ahí es donde termina todo (o peor aún, donde empieza todo), y todo eso parece que sucede en una eternidad aunque el reloj no esté de acuerdo.

    Si alguna vez has experimentado algo parecido a lo que mencioné, muy probablemente fue un ataque de pánico. Y aunque estoy más bien en contra de usar etiquetas en la salud mental (incluyendo la de salud mental), esta es una que me ha salvado la vida en muchos sentidos. Durante un par de años, quizá incluso más, solía tener esta experiencia continuamente, sin saber qué era y creyendo que era la única persona en el mundo a quien le sucedía… o peor aún, creyendo que era una señal inequívoca de que me estaba volviendo loca o me iba a dar un infarto. Saber que eso tiene un nombre, y que además es una experiencia muy común, le quitó gran parte de su carga. De hecho, muchas de las personas que tienen un ataque de pánico tienen bastante más suerte que yo y no vuelve a sucederles en años, o incluso nunca. Los factores que intervienen aquí son muy variados, por lo que sólo me quiero detener en esta idea: si tuviste un ataque de pánico, eso no quiere decir que vaya a repetirse, y se vuelve algo periódico, es posible hacer algo con eso.

    ¿Qué hacer, entonces, si has tenido un ataque de pánico? La primera parte de la respuesta es muy simple, y se refiere a qué hacer inmediatamente después de haber tenido uno. Bebe un poco de agua y preguntante qué tienes ganas de hacer. Hay un montón de opciones, y no tienes que elegir sólo una, e incluso puedes optar por no hacer nada de esto: hablar con alguien, descansar, ver una serie que te gusta, volver a hacer lo que estabas haciendo antes, tomarte un break, escribir, escuchar música, caminar, estirarte, comer algo, cancelar la actividad que tenías planeada a continuación, etc. Pon atención a qué te dan ganas de hacer, y si te es posible, hazlo. Si quieres hacer algo, pero necesitas continuar con tu día, tómate unos minutos más de descanso antes de regresar y no te presiones demasiado.

    La segunda parte es más compleja. Se trata de qué hacer después de lo primero. Un ataque de pánico es una de esas señales de que es hora de empezar a tomar terapia si no lo has hecho aún; si ya estás en terapia, es una de esas cosas que sería buena idea contarle a tu terapeuta. Si vuelve a repetirse en unos días, semanas o incluso meses, es importante prestarle atención. En mi caso, hubo una época donde tenía varios ataques de pánico al día. El proceso de qué hacer antes, durante y después de un ataque de pánico, así como de romper con el miedo al miedo, es un proceso largo, para el que no hay una fórmula preestablecida. Es uno de esos procesos donde más bien se trata de ir creando y descubriendo formas para lidiar con ello. Hay a quienes les funcionan algunas técnicas y no otras. Conozco personas que usan técnicas específicas cuando sienten el umbral de un ataque de pánico, y esto les funciona bastante bien. A mí lo que funciona es dejarlo ser, sin intentar interrumpirlo ni controlarlo, porque si uso técnicas de respiración o de grounding se vuelve peor. Al final, es un proceso personal, que tiene un montón de obstáculos, tropiezos, y a veces incluso atajos, y tener a alguien que te acompañe a atravesarlo puede ser una buena idea.

    Me gustaría retomar la idea de que existen distintos grados en un ataque de pánico, porque en sus formas más leves es posible que se vuelva más difícil de identificar (aunque esto a veces lo hace menos “problemático” en el momento pero más frecuente). Hay quienes usan para ello un término distinto, y hacen la distinción con un ataque de ansiedad. No es una distinción del todo técnica, ni del todo exacta, pero es la que se usa comúnmente. Un ataque de ansiedad es más bien como un “golpe” de ansiedad. El límite entre ambos puede parecer claro, pero no siempre lo es. Hay ataques de ansiedad muy intensos, y ataques de pánico muy leves. A veces uno es el umbral del otro. En todo caso, la distinción de dónde termina uno y empieza el otro es arbitraria. Lo cierto es que frente a un ataque de ansiedad muchas veces es posible fingir que no pasa nada y seguir platicando con la persona de enfrente. Y probablemente hayamos tenido esta experiencia muchas veces en la cuarentena. Si esto te sucede a menudo, tal vez es momento de preguntarte qué quieres hacer con eso.

    Ahora bien, todo lo anterior está enfocado en que seamos nosotros quienes tengamos esta experiencia, pero, ¿qué hacemos si alguien cercano a nosotros está teniendo un ataque de pánico? Bueno, lo primero es identificar si esto es así. El método más confiable para saber si alguien está teniendo un ataque de pánico al lado tuyo es el secreto mejor guardado de la psicología: pregúntale. Claro que, parafraseando a Juan Gabriel, a veces lo que se ve es mejor no preguntarlo de inmediato… sobre todo no es buena idea convertir esto en un interrogatorio. Un ataque de pánico puede verse de muchas formas, pero si ves que une amige o familiar tuyo está pasándola mal, te dice que siente que le duele el pecho, ves que le resulta difícil respirar, que está llorando y temblando, o que está actuando de una forma que te parece poco habitual, hay algunas cosas que sí que puedes preguntarle de inmediato. Por ejemplo, pregúntale si puedes acercarte, o si hay algo que necesite. Quizá te diga que no. En todo caso, respeta su espacio, y trátale con respeto en general. Mantén la calma y espera. No le grites, no le hagas demasiadas preguntas, no le digas qué hacer -a menos que lo hayan acordado de antemano y necesite tu ayuda para algo muy específico, como que le digas que respire o le hagas preguntas sobre algunas cosas. Procura no tocarle sin haberle preguntado. Ver que alguien está teniendo un ataque de pánico puede ser preocupante, pero recuerda que va a pasar. Si tienes dudas entre si le está dando un ataque de pánico o un infarto, llama a un médico; esto puede confundirse, especialmente si es la primera vez. Si no tiene ningún dolor en el pecho, solo espera. Hazle saber que estás ahí. Tal vez esa persona prefiera estar a solas, o tal vez prefiera que le abraces. Una vez que pase, pregúntale si fue un ataque de pánico, y si hay algo que necesite. En general, estas recomendaciones aplican para acercarse a alguien que la está pasando mal emocionalmente. A veces, lo mejor que podemos hacer es acompañar al otro en silencio. Lo importante es que no le atropellemos.

 

 

 

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