Cómo hacer que una serie de párrafos se conviertan en un texto

Cada vez que leemos o escribimos un texto estamos usando una estructura narrativa para presentar la información; en realidad, también lo hacemos cuando hablamos, muchas veces de una manera menos organizada. Esas estructuras que usamos al contarle algo a alguien aparecen también cuando empezamos a escribir y suelen ser nuestra manera “natural” de escribir a menos que tengamos algún tipo de entrenamiento en cualquier cosa que involucre estructuras narrativas, como la literatura, el cine, el teatro, la oratoria, la música, etc. Y, en mi opinión, son esas estructuras las que realmente diferencian la literatura de otras formas de escritura.

    Esto no quiere decir que debamos atenernos únicamente a los modelos argumentativos como el de Toulmin en la escritura académica. Aunque en ocasiones vamos a tener que ceñirnos a un formato muy estricto esto es algo que afortunadamente está cambiando para abrirse a formas más creativas – en el área de la investigación fenomenológica podemos encontrar autores como van Manen y Langdridge, por ejemplo. En mi opinión, la meta es encontrar la estructura que mejor se adapte al texto, incluso si nos vemos obligades a usar un vocabulario muy técnico. Hoy no vamos a profundizar tanto en esto – aunque si te interesa que lo hagamos puedes dejar un comentario – porque antes de poder hacerlo hay algunos aspectos básicos que es fundamental conocer. Vayamos a ellos.

    Hemos visto dos cosas en las entradas anteriores que me parece importante volver a traer aquí. La primera de ellas es que el orden en el que escribimos es distinto del orden final del texto. La segunda es que cada párrafo debe ser una unidad en sí mismo. Estos dos elementos nos van a permitir ser flexibles con la estructura sin sacrificar solidez argumentativa; si todos los párrafos están bien escritos tenemos ya los legos con los que armar nuestro dragón. El paso siguiente es hacer que esos párrafos formen una unidad entre ellos. Esto a primera vista puede parecer muy simple, pero lo cierto es que el orden adecuado no siempre es el más obvio y al revisar el texto a veces nos topamos con que es necesario cambiar de lugar algunos párrafos, ya sea porque esto permite que el texto se entienda mejor o para darle una dirección narrativa diferente al ensayo.

    Mi recomendación aquí es simplemente que leas, de ser posible en voz alta, todo el texto, colocándote desde la postura de tu lector* y te hagas las siguientes preguntas:

  • ¿Estás presentando la información en el orden en el que necesitarías leerla para entenderla?
    • Ponte en el lugar de alguien que no conoce qué es lo que quieres decir, ¿hay algún orden en el que necesitarías conocer la información?
    • Si en vez de un texto estuvieras haciendo una exposición o dando una clase, ¿lo dirías en ese orden? ¿qué cambiarías?
  • ¿Te conviene empezar por una idea general y luego irla detallando cada vez más, o te conviene más bien tomar una situación específica o un ejemplo e irlo desarrollando hasta llegar a una conclusión generalizable?
    • Puedes ir de lo general a lo particular si te interesa darle mayor profundidad a tu tema o colocar el énfasis en algo muy concreto.
    • Puedes ir de lo particular a lo general si te interesa llegar a conclusiones más amplias o usar un ejemplo concreto para explicar un concepto abstracto.
    • Puedes ir alternando entre lo particular y lo general - aunque esto es más arriesgado.
    • Piénsalo como el zoom de una cámara, si tu texto fuera una película, ¿hacia dónde querrías enfocar? ¿qué quisieras enfocar primero y qué después? ¿cuáles son los planos con los que te gustaría armar tu película?
  • ¿El orden en el que está se adapta al objetivo de tu texto?

    Te dejo un ejemplo que puedes usar como un orden tentativo para un ensayo:

  1. Presentar el tema en forma de pregunta o problema en la introducción.
  2. Presentar la idea principal del texto en el primer párrafo del desarrollo.
  3. Presentar los argumentos a favor de esa idea en orden de importancia, con la posibilidad de alternar entre ellos argumentos en contra para contrargumentarlos.
  4. Hacer un resumen de los argumentos en la conclusión, sintetizando tu propuesta. 

    Ese sería un orden muy genérico. Puedes jugar también con él, adaptándolo a lo que necesites o probando con algunos formatos como empezar con un ejemplo que te permita ir explicándolo a lo largo del texto, como lo que hice en la entrada “Cómo escribir un párrafo”. Si esquematizamos lo que hice en esa entrada para ver la estructura podríamos obtener algo como esto:

  1. Párrafo introductorio que cumple una doble función: define el tema a tratar y funciona como ejemplo.
  2. Separar ese párrafo en oraciones, cortando y copiándolas en otro color.
  3. Crear un párrafo que explicara lo que estaba haciendo oración por oración, para dar el efecto de estar desmenuzando el texto para hacer el análisis del mismo.
  4. Poner el énfasis en el proceso que realicé, volverlo transparente a los ojos del lector.
  5. Lista de sugerencias, algunas de las cuales usé en el ejemplo y otras que no.
  6. Proponer un ejercicio para terminar. 

    Un tip aquí es fijarte en tus propias preferencias como lectora, en tu manera de exponer, o incluso en cómo lo hacen personas que te gusta cómo escriben, cómo dan una clase o cómo explican algo en YouTube; la idea es identificar la estructura, el orden en que presentan las ideas y ver si puedes usarla. Para poder aprovechar esto, siempre es útil tener varios esqueletos de estructuras a la mano, lo cual puedes obtener fácilmente si haces un esquema a partir de algún texto que hayas leído, una clase o un video.

    Ahora, también es importante que elijas una estructura lo más compatible posible con el paradigma del que partes y con los objetivos de tu texto. En el ejemplo de la entrada “Cómo escribir un párrafo”, usé una estructura que podía haber replicado si lo que estuviera haciendo fuera dando una clase, lo cual era justo el objetivo de la entrada.  Otro ejemplo podemos encontrarlo en cómo están escritos los artículos científicos, en los que el orden que siguen es muy parecido al orden en el que se llevó a cabo la investigación detrás. Si la investigación sigue un paradigma positivista, la estructura del paper o de la tesis va a seguir los mismos principios del paradigma. De hecho, es justo por esto que creo que es una pésima idea escribir papers desde otros paradigmas sin modificar su estructura: no reflejan ni el proceso de investigación real ni mucho menos los principios de los que parte el paradigma empleado. Un ejemplo de esto lo podemos ver en la investigación fenomenológica, donde un proceso importantísimo es la revisión de la actitud natural del investigador; esto no es algo que tenga lugar ni esté contemplado en la estructura de los artículos científicos positivistas o post-positivistas porque no es algo que hagan los investigadores ni que se considere relevante. En ese caso, sería fundamental generar el espacio dentro del texto para reflejar la epojé, ya que si la ocultamos estamos invalidando la investigación. 


Recuerda que puedes regresar al esquema que habías hecho antes de escribir y ver si ese orden de ideas te convence o necesitarías modificarlo y adaptarlo. Lo importante es que el orden que decidas darle te permita exponer el tema con fluidez. Una vez que hayas terminado de ordenar los párrafos, verifica si necesitas hacerles alguna modificación. Por ejemplo, podrías darte cuenta de que hay algo en ellos que es repetitivo, o que es necesario hilarlos con los párrafos de arriba y abajo.

    Una forma de hilar de los párrafos entre ellos y hacer que tengan una secuencia es mediante el uso de conectores. Estos no siempre son necesarios, especialmente si las ideas que presentas tienen una secuencia adecuada, pero a veces pueden resultar de gran ayuda. Puedes usarlos para hacer una lista de varias ideas principales (es decir, de párrafos), usando frases como “en primer lugar”, “un segundo punto”, y otras que den esa idea de un orden específico. También puedes usar conectores para dar una noción de continuidad, como “además”, “siguiendo con lo anterior” y “también”. Por último, puedes usarlos para establecer un contraste entre la idea expresada en el párrafo A y el párrafo B, usando frases como “sin embargo”, “a pesar de” y “por otro lado”. Sólo ten en cuenta que muchas veces se entiende cuál es tu intención y no es necesario usar este tipo de expresiones. Puedes encontrar una lista muy completa de los distintos tipos de conectores en https://ingvb.files.wordpress.com/2015/03/lista-de-conectores.pdf

    Una vez que hayas hecho esto, es posible que te encuentres con que hay un “hueco” entre algunos de tus párrafos, que hay algo que falta entre ellos para darle mayor coherencia al texto. En ese caso, tienes dos opciones. La primera es escribir un párrafo nuevo que sirva de puente, usándolo para introducir alguna explicación, ejemplo, o la relación entre las ideas principales del párrafo A y el párrafo B; por lo general, esta es la mejor opción. La segunda es usar un doble espacio. Te dejo un ejemplo de lo segundo:

    Este un ejemplo del párrafo A. Empiezo el párrafo usando una sangría, porque he usado un espacio simple entre este párrafo y el anterior. Eso sucedería si estoy usando un formato APA para mi texto.

 

Al usar un doble espacio, empiezo el párrafo B sin sangría. Esto es un indicador visual que le dice al lector que la idea que está siendo presentada en el párrafo B pertenece al mismo tema y al mismo capítulo (en el caso de que esté usando varios capítulos o apartados), pero que no está directamente relacionada con el párrafo A. Al añadir un párrafo C con un espacio simple tengo que volver a usar la sangría.


A lo largo de la entrada de hoy he hecho un constante hincapié en la estructura del texto, y quiero cerrar volviendo de nuevo sobre ello. Lo que hace que una serie de párrafos formen un ensayo, un capítulo, un artículo e incluso un libro es la estructura invisible que los une. Una estructura de la que hemos hablado ya en entradas anteriores, y que en esta parte del proceso es donde debemos “hacerla invisible”, porque hasta ahora teníamos un esquema y una idea general de las partes del texto, pero si logramos hacer que cada uno de nuestros párrafos se conecte con los demás, que la introducción dé pie al desarrollo y éste a las conclusiones, si podemos pasar de un párrafo a otro usando pocos conectores y guiamos el texto a partir de nuestro esquema, dándole una estructura lógica y coherente, tendremos un texto bien escrito. Muchas veces, para lograr esto vamos a necesitar reescribir fragmentos enteros del texto, o incluso puede ser que necesitemos volver a escribirlo todo desde ceros. Si tienes suficiente tiempo para ello, mi recomendación es que lo hagas. Puedes incluso proponértelo como un ejercicio: escribir un ensayo breve, de una o dos cuartillas, dándole varias estructuras distintas, experimentando y probando con cuál te sientes más cómoda.

    Sé que todo esto puede sonar muy complicado, pero con la práctica lograrás hacerlo sin tener que prestarle mucha atención. Entonces será un excelente momento para comenzar a experimentar con otro tipo de estructuras. Lo cierto es que es un proceso mucho más fácil de lo que parece porque absorbemos estas estructuras sin darnos cuenta y sin tener que hacer un esfuerzo real para lograrlo. El reto es más bien hacer este proceso de forma muy consciente para poder jugar con la estructura y flexibilizarla, al mismo tiempo que esta reflexividad no nos paralice por completo y nos impida escribir porque estamos sobrepensándolo.

    Eso cubre el tema de hoy, si tienes cualquier duda, pregunta o sugerencia puedes dejarlo abajo. Si tienes algún consejo para nosotros o quieres compartir cuál es tu forma preferida de estructurar un texto, nos ayudarías muchísimo dejando un comentario.

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* Como habíamos dicho en “Métodos para organizar las ideas antes de escribir”, una de las preguntas que deberías tener en mente es para quién escribes. Imaginarte a un lector a lo largo de todo el proceso es muy útil. Este lector ideal sería la persona, real o imaginaria, que crees o sabes que va a leerte. Si tienes a un lector real en mente, no escribas sólo para esa persona, sino que considera la posibilidad de que tu escrito sea leído por otros. 


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